Cuentan que lo que hoy es un popular juego fue en otro tiempo un mapa cifrado de un itinerario de iniciación, cuyas casillas simbolizan lugares y conceptos que los templarios reconocían.
Con el tablero como guía y siguiendo su Laberinto, podían seguir el largo camino desde Roncesvalles, encontrar su sentido oculto y espiritual y alcanzar su objetivo último, Compostela.
Como en el juego, tan importante era el recorrido como la meta, pues todo pasaba por alcanzar la pureza de espíritu y la sabiduría que simboliza la oca.